lunes, 28 de diciembre de 2020

La montaña y el cielo

Las luces y sombras en las montañas me dan escalofríos, me emocionan, me aprietan el pecho y me hacen tragar saliva. El sol ilumina los paredones secos, traza cientos de dibujos, dibujos de colores ocres, verdes pálidos como pidiendo agua, rocas viejas que vieron mucho, piedras del tiempo. La vía del tren, un tren que ya no pasa, bordea el río, nos sigue, la seguimos más bien, de vez en cuando un Túnel, unas casas abandonadas, algún altar de la difunta correa, un puente, algún grafiti. Estamos a 1560 msnm, esto recién empieza. De repente entramos en un túnel, atravesamos un cerro, salimos y volvemos a entrar en otro, piedra que late. Las montañas se tornan rojas por momentos y el contraste con el cielo es tan hermoso.

Al igual que la mar, las montañas me ubican, me hacen pararme en perspectiva y entender que tan inmenso y misterioso es este planeta. Por las quebradas bajan las aguas, nosotros vamos río arriba, montaña arriba, adentrándonos en la cordillera Andina, acercándonos de a poco al Aconcagua; como pidiendo permiso, con tanto respeto y admiración que cuesta ir.. tengo Que admitir que muy adentro también pido perdón, no sé bien por qué (o en verdad sí sé), y finalmente doy gracias. Mientras avanzamos suena de Ushuaia a la Quiaca de Santaolalla, música alegórica si la habrá. De repente paramos el auto, de la nada, si saber bien por qué, bajamos a las viejas vías del tren, caminamos un poco y surge la idea de hacer noche ahí. Al cobijo de una vieja edificación: sólo muros, ni puertas ni ventanas y menos aún un techo, es ideal para armar la carpa, hacer una fogata y mirar el cielo de mil millones de estrellas, que acá es como que se te caen encima. La montaña y el cielo coexisten, los Andes te acercan también a esa visión del espacio exterior, del cosmos, del infinito universo por descubrir. ¿Qué hacemos acá esta noche pensando en subir y subir hasta que cuesta respirar? Buscamos la manera de despedir a los glaciares..



sábado, 21 de marzo de 2015

Viajar por viajar nomas

Por andar, por descubrir
por sentir, por conmoverse.
Para errar, desnudar
experimentar y adivinarse.

Volar, rodar, vagar, estar
caminar, revelar, y así ser.
Explorar, emigrar, deplorar
carcajear, lagrimear, suspirar.

Viajar por viajar nomas
Hasta saber comprender
dominar el percibir
fluir, agitar y cuidar.


Ph Ivan Riquelme



sábado, 14 de marzo de 2015

Otra Tierra

En el curso de nuestras vidas nos hemos maravillado de como los biólogos han sabido mirar cosas cada vez más pequeñas. Y los astrónomos han buscado más y más, en el oscuro cielo nocturno, atrás en el tiempo y lejos en el espacio. Pero tal vez lo más misterioso no sea ni lo más pequeño ni lo más grande. Somos nosotros, aquí cerca. ¿Acaso podemos identificarnos a nosotros mismos? Y si lo hiciéramos, ¿podríamos conocernos? ¿Qué nos diríamos? ¿Qué podríamos aprender de nosotros mismos? ¿Qué sería realmente lo que nos gustaría ver, si pudiéramos pararnos frente a nosotros mismos y mirarnos?



miércoles, 28 de enero de 2015

Cuentos para muchos y cuentos para una.



La luna se veía grande y plateada sobre los pinos negros y hacía brillar misteriosamente las viejas piedras de las ruinas. Momo y Gigi estaban sentados en silencio el uno al lado del otro y se miraron largamente en ella: sintieron con toda claridad que, durante ese instante, ambos eran inmortales.

Momo de Michael Ende

miércoles, 14 de enero de 2015

Del cuaderno de viaje de Ernesto

"Por lo menos no me nutro con las mismas formas que los turistas. No, no se conoce así un pueblo, una forma y una interpretación de la vida. Aquello es lujosa cubierta, pero su alma está reflejada en los enfermos de los hospitales, los asilados en la comisaria o el peatón ansioso con quien se intima.




No es este el relato de hazañas impresionantes, no es tampoco meramente un “relato un poco cínico”; no quiere serlo, por lo menos. Es un trozo de dos vidas tomadas en un momento en que cursaron juntas un determinado trecho, con identidad de aspiraciones y conjunción de ensueños. Un hombre en nueve meses de su vida puede pensar en muchas cosas que van de la más elevada especulación filosófica al rastrero anhelo de un plato de sopa, en total correlación con el estado de vacuidad de su estómago; y si al mismo tiempo es algo aventurero, en ese lapso puede vivir momentos que tal vez interesen a otras personas y cuyo relato indiscriminado constituirá algo así como estas notas.

Así, la moneda fue por el aire, dio muchas volteretas; cayó una vez “cara” y alguna otra “seca”. El hombre, medida de todas las cosas, habla aquí por mi boca y relata en mi lenguaje lo que mis ojos vieron; a lo mejor sobre diez “caras” posibles sólo vi una “seca”, o viceversa, es probable y no hay atenuantes; mi boca narra lo que mis ojos le contaron. ¿Que nuestra vista nunca fue panorámica, siempre fugaz y no siempre equitativamente informada, y los juicios son demasiado terminantes?: de acuerdo, pero esta es la interpretación que un teclado da al conjunto de los impulsos que llevaron a apretar las teclas y esos fugaces impulsos han muerto. No hay sujeto sobre quien ejercer el peso de la ley. El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra Argentina, el que las ordena y pule, “yo”, no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior. Ese vagar sin rumbo por nuestra “Mayúscula América” me ha cambiado más de lo que creí."
Ernesto Guevara de la Serna.


sábado, 10 de enero de 2015

La vuelta a nuestro mundo en 6774 kilómetros


..Se nos pinchó una rueda dual del camión del Chapu, en el medio de Santiago del Estero, con lluvia. Habíamos terminado de cambiarla y volvimos a la cabina orgullosos del laburo. Seguimos viaje, en el camión del Santafesino empezó a sonar "hablando de la libertad" de La Renga, parte de la letra decía:

".. Y ahora solo un camino de he de caminar,
cualquier camino que tenga corazón.
Atravesando todo su largo sin aliento
dejando atrás mil razones en el tiempo.
Morir queriendo ser libre,encontrar mi lado salvaje,
ponerle alas a mi destino,
romper los dientes de este engranaje."

Una sensación de plenitud invadió mi ser y todo el viaje se me repetía como un flash en la cabeza, terminaba y volvía e empezar; una película que se me proyectaba muy rápido, y no dejaba de generarme sensaciones muy fuertes. La película, esa de la primera vuelta a mi mundo, ese mundo que iba creciendo.
Habíamos salido de Posadas, pasado el puente Roque Gonzalez y entrado a Encarnación Paraguay, de ahí nos fuimos a Asunción a conocer a Fifo y Japa y a ponernos en sintonía con la energía del viaje. Luego viajamos 21 horas cruzando el Chaco paraguayo, dentro de un bus sin ventilación y con temperaturas que seguramente llegaban a los 45ºC, para entrar a Bolivia y quedarnos -sin querer- a pasar año nuevo en un pueblo repleto de historias llamado Camiri: el río Parapetí -muerte en guaraní- y su Mariqueña-el ángel aborigen-, rastros de la guerrilla, caminar por donde lo hizo El Che, y seguir.
Llegamos a Sucre y nos conmocionamos con esa ciudad tan marcada por el colonialismo. Un museo impresionante de Sucre nos conectó directamente con Potosí y hacia allá fuimos. Las minas de plata y todas sus historias, Helen y Karen que nos alojaron, el ojo del Inca, el mercado campesino, vivir como si hubiéramos nacido ahí, todo era perfecto, no nos queríamos ir, nos costó partir pero lo tuvimos que hacer. El camino nos llevó hasta La Paz pasando por Oruro. El primer encuentro con La Paz fue hermoso. Después de montañas y más montañas grisáceas apareció el valle, y en él la ciudad rodeada de picos nevados con las nubes de fondo. Fue un espectáculo fascinante! En La Paz viven entre las nubes..
Teníamos que seguir rumbo, y el próximo lugar fue primero Copacabana en donde nos re-acomodamos para luego embarcar e ir al encuentro de La Isla del Sol: un lugar indescriptible, lleno de paz, lejos de todo, cerca de uno.. Luego de unos días muy intensos, llenos de introspección, nos decidimos a caminar la isla de norte a sur para volver a embarcar y seguir el viaje recargados de energía, armonía y otros sentimientos que no sé describir.
Nos dirigíamos directo a uno de nuestros sueños: conocer, estar, vivir unos días en Cusco y caminar el pueblo de Machu Picchu. Solo puedo decir que Ernesto tenía razón, Cusco es el corazón de América.
Desde ahí teníamos que empezar a volver, lo que se nos hizo un poco difícil, la mar nos estaba llamando y no pudimos evitar ir hacia su encuentro. El 17 de enero estábamos entrando a mojarnos los pies -y el alma- en el mar Pacífico. Fueron días muy lindos en Mollendo, un ex pueblo portuario peruano, en donde nos conocimos con unos sacerdotes, que fueron los que nos alojaron a cambio de limpiar y ordenar el lugar. Al tercer día de estar ahí decidimos agarrar las mochilas y seguir hacia el sur por rutas costeras. Desde acá nos movíamos casi totalmente a dedo. Viajamos en camión, en el auto de una familia, volvimos a subir a los camiones hasta llegar a Tacna, ciudad Peruana que limita al sur con Chile. Cruzamos a Chile y nos instalamos en una playa de Arica dos días, playa, playa y más playa; dormimos en "el mirador del guarda vidas", hicimos un asadito con chorizos que encontramos en oferta y tomamos unos vinos ¡Que divertido! Nos conocimos con Carlos, quien nos invitó ceviche y regaló un bidón de agua salvador.
Había que seguir.. Por la Panamericana norte, a hacer dedo y avanzar acercándonos al Paso de Jama, por ahí había que cruzar para volver a la Argentina. Pero el calor del día no nos la dejaba fácil.
Tomamos un bus unos kilómetros y reanudamos el dedo, nos llevó una familia en su auto, llegamos a Pozo Almonte a las once de la noche y conocimos el frío de una noche desértica durmiendo en el medio de la ruta.
Al otro día seguimos haciendo dedo, pero sin éxito, por suerte conseguimos un bus barato y sin darnos cuenta llegábamos a Calama y luego a San Pedro de Atacama, en el medio del desierto. Una noche increíble -de esas que calan hondo-, al otro día teníamos que encontrar un móvil que nos ayude a cruzar los Andes; estuvimos desde las 8am hasta las 8pm sin lograr que alguien nos de una mano. Una noche más en San Pedro y de madrugada, antes de que el sol asome, a la ruta de nuevo. Finalmente nos conocíamos con los camioneros paraguayos y con ellos pasábamos los andes para entrar a Jujuy! Estábamos en la Argentina de nuevo! El viaje cambiaba de energía..
Una noche en Purmamarca, luego dedo -mate de por medio- y alguien que nos lleva hasta San Salvador de Jujuy. De ahí a Salta capital a encontrarnos con Tam, Edu, Sil, el Tano, Chelo, Nela, la negra, Fer, Mauri.. Noche de música, reviro y vino.
Salimos de Salta inmensamente felices y agradecidos por la hospitalidad de los chicos y seguimos viaje; hacer dedo para que nos lleven pocos kilómetros se hacia menos tolerante y la impaciencia empezaba a jugarnos una mala pasada, más que nada por el cansancio. Sabíamos que una vez que estemos en Resistencia, solo teníamos que pasar el puente, ir a Corrientes y tomarnos un bondi hasta Posadas. El viaje, ahí, llegaba a su fin, o volvía a empezar? Con el tiempo entenderíamos que la vida es el viaje, y solo estábamos arrancando..
Aparecieron las últimas luces del camino, camionetas, autos, y el camión salvador del Chapu; con el cual hicimos 595 kilómetros hasta Resistencia Chaco: charlando, tomando mate, escuchando música, conociéndonos.
Íbamos escuchando unas cumbias que le gustaban al Chapu cuando de repente nos dice, vamos a escuchar algo que le guste a ustedes también, pone Hablando de la libertad de La Renga y la película se empieza a proyectar, termina y vuelve a empezar, y da vueltas y vueltas..


lunes, 24 de noviembre de 2014

La pequeña muerte

No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.

El libro de los abrazos - Eduardo Galeano