miércoles, 25 de diciembre de 2013

No faltan más que 1472,4 grados para que los sabios tengan razón



El escritor francés Julio Verne publicó Viaje al centro de la Tierra en 1864, yo lo leí en 2011 y me fascinó. Después de eso me interioricé con su biografía y no paré de leer sus libros, viajé cinco semanas en globo, di la vuelta al mundo en 80 días, estuve con esos niños dos años de vacaciones y recientemente conocí la filosofía del eterno Adán. Este señor con sus relatos me inspiró extraordinariamente. 
El capítulo XXV, de Viaje al centro de la tierra, tiene uno de los mejores diálogos de los que me tocó leer, el tipo de diálogos que acreditan la buena fama de la novela. El profesor Otto Lidenbrock habla con su sobrino Axel; ya están bajo tierra. “Nos habíamos ya acostumbrado a vivir como trogloditas —dice Axel—. Yo no me acordaba ya del sol, ni de las estrellas, ni de la luna, ni de los árboles, ni de las casas, ni de las poblaciones, ni de todas las demás superfluidades terrestres de que se han formado una necesidad los seres humanos”.
Tratan de ubicarse, seguir marcha. El profesor Lidenbrock concluye que están a ochenta y cinco leguas al sudeste de la base de Sneffels, a unas dieciséis leguas de profundidad.
—¿Dieciséis leguas? —se sorprende Axel.
—Sin duda —le responde Lidenbrock.
—Pero dieciséis leguas son el límite extremo que la ciencia señala al grueso de la corteza terrestre.
—No digo que no —se encoge de hombros el profesor.
—Y aquí, según la ley del aumento de la temperatura, debería existir un calor de por lo menos mil quinientos grados.
Debería, muchacho.
—Y todo este granito no podría conservar su estado sólido y se hallaría en plena fusión.
—Ya ves que no es así, y que los hechos, como tienen por costumbre, echan abajo las teorías.
—Tengo que convenir en ello —cede Axel—, pero estoy asombrado.
—¿Qué indica el termómetro?
—Veintiséis grados seis décimas.
—Pues no faltan más que mil cuatrocientos setenta y dos grados y cuatro décimas de grado para que los sabios tengan razón.



La teoría, y el relato, dicen que, a dieciséis leguas bajo tierra, el calor es de casi 1500 grados. El termómetro marca 26,6 grados.
El escritor japones  Haruki Murakami dice en uno de sus libros: "Es la curiosidad lo que me mueve. Quiero saber qué hay más allá del camino. Y, si no hay nada, también quiero saberlo. Tengo que saberlo"




                      Por Damián Reinero 

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